Todos los niños tienen un objeto sin el cual parece que no puedan vivir ni dormir. Para ellos, perderlo puede resultar desastroso. Para David, ese objeto es un perro de peluche. Cuando lo pierde, nadie consigue consolarle. Suerte que, a veces, las hermanas mayores nos sorprenden y se convierten en nuestras mejores aliadas.